lunes, septiembre 04, 2006

Una zona cero más


Miles de familias han quedado rotas por esta guerra que se hace en nombre de la paz. Antes, fue la ciudad de las mil y una noches la que resultó arrasada y los trenes de Madrid aún se estremecen ambientados por ese concierto macabro de celulares sin contestar. En Manhattan los mayores todavía alzan la mirada buscando la figura de las torres gemelas mientras que en Kabul una sonrisa sin dientes, detrás de un burka, añora a su marido apresado en Guantánamo. Las zonas ceros se repiten en cada esquina del planeta fomentadas por las falsas promesas de guerras preventivas por la paz que repiten los líderes mundiales en búsqueda de mayor riqueza y poder.

La filosofía de la guerra preventiva y la lucha contra el terrorismo ha alcanzado su máxima expresión en Líbano. El hecho de que se responsabilice a un país, Líbano, de un ataque terrorista, Hezbolá, y se exprima al máximo las operaciones militares, por parte de Israel, para que los terroristas pierdan su capacidad de acción es un claro ejemplo de este tipo de guerras. El estado de Israel ha utilizado casi todo su arsenal bélico y lo ha hecho caer como una tormenta en desprotegidas ciudades y pueblos como Qana, Beirut o Baalbek a las que acusa de ser sede del grupo terrorista Hezbolá. Con ello, ha masacrado a miles de civiles entre los que destaca gran cantidad de niños y mujeres. En esta ocasión, el primer ministro Ehud Olmert ha dado la orden a sus tropas, reforzadas por miles de reservistas, de destruir la infraestructura de combate de Hezbolá en el sur de Líbano hasta el río Litani, a unos 20 kilómetros de la frontera. Esta operación militar busca, por parte israelí, consolidar un cordón de seguridad que le permita convivir sin el fantasma del terrorismo en sus fronteras. Hezbolá representa una amenaza seria para el pueblo de David. Basado en esta premisa, Olmer afirma que harán todo lo necesario para erradicar este grupo del suelo libanés y matiza que este país no es el enemigo, El “enemigo es Hezbolá”. Una nueva vuelta de tuerca en la filosofía de la guerra preventiva.

¿Está Israel en el derecho de llevar a cabo esta campaña militar? La comunidad internacional está dividida: para algunos, como el presidente George Bush, el estado hebreo tiene derecho a defenderse; mientras para otros, como el jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, los ataques son desproporcionados.
El desconcierto en Israel es también notable: desde el pasado 1 de agosto se realizan concentraciones de protesta en contra de la guerra frente a la embajada de EEUU en Tel Aviv por parte de israelitas árabes y judíos pacifistas. Mientras, otro sector de la población acusa de antisemitas a todo aquél que se oponga a la operación militar. En el parlamento del país, ante las comparecencias del ministro de defensa Amir Peretz, los diputados árabes interrumpían exigiendo el final toda clase de hostilidades.

Para muchos analistas Israel ha perdido todo el trabajo realizado los últimos 15 años en cuestión de acercamientos al mundo árabe. La firma del tratado de paz entre Israel y Egipto, El tratado de Oslo de 1993 y las concesiones a la Autoridad Nacional Palestina eran símbolos del tibio giro pro-árabe en la política israelí. Por esta razón, los expertos en el tema consideran que el primer ministro Ehud Olmer y su adjunto de defensa Emir Peretz están convirtiendo en un personaje conciliador a Ariel Sharon, El Halcón por el que los palestinos habían llegado a decretar la segunda intifada en el año 2000.

Hoy en Oriente Próximo se está elaborando un peligroso caldo de cultivo para las futuras generaciones. A los miles de muertos civiles en las polvorientas calles de los pueblos libaneses hay que sumarles sus familias y amigos que con los ojos llenos de ira buscarán, tarde o temprano, la venganza convirtiendo en mártires a los terroristas.

La doctrina de la guerra preventiva se basa en la proposición de que es posible predecir con certeza lo que va a pasar, valorar la situación y atacar antes de que las circunstancias se produzcan. Asume como máxima que la mejor defensa es un buen ataque. Para los promotores de esta doctrina, por la que el Presidente George Bush pasará a la historia como George de Arabia, la lucha antiterrorista es el escenario ideal donde la guerra preventiva actúa. ¿Quién puede poner en tela de juicio esta doctrina cuando vemos ejemplos como Irak y sus armas de destrucción masiva?. La confianza sobre las predicciones es una ilusión. Una cosa que la historia nos ha enseñado, en todas las facetas de la vida, es que el futuro está lleno de sorpresas y se ríe a cada momento de nuestras certezas. El historiador inglés Herbert Butterfield comenta: “En la historia, los golpes más duros del cielo caen sobre aquellos que imaginan que pueden controlar las cosas de una manera soberana, jugando a la providencia no sólo para ellos sino para el futuro lejano, mirando al porvenir con una clase equivocada de previsiones, y apostando por muchos cálculos arriesgados en los que nunca debe darse el más mínimo error”.

No hay guerra preventiva, sólo hay guerra simple y cruel.

El poeta y luchador de la guerra civil española Miguel Hernández escribió en un poema llamado Tristes guerras: “Tristes guerras, si no es el amor la empresa, tristes tristes. Tristes armas, si no son las palabras, tristes tristes. Tristes hombres que no mueren de amores, tristes tristes, como aquellas tristes tardes de guerra, tristes tristes”. Hernández transmitió en este escrito lo desolador que puede llegar a ser una guerra, preventiva o no; mucho dolor que se imprime en los corazones de las personas y el odio, la impotencia y la tristeza que producen genera una violencia que produce aún más violencia. Ante cada acto siempre se exige una reacción más fuerte. Ante este panorama, los líderes mundiales deberían ser capaces de encontrar formas de diálogo para la solución de conflictos evitanto de este modo la espiral de violencia en la que habitamos hoy en día. Es muy triste que los llamados a guiar nuestras vidas no levanten la mirada y vean que cada herida en la piel de este planeta es una zona cero que llorar y que con cada acción bélica se abre otra nueva herida, que repetirá el mismo error.

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